La mejor mamá.
La mejor mamá es la de cada cual, la de uno. En todo ha servido y amado. Como dice un lema jesuita, de san Ignacio de Loyola, “En todo amar y servir”. Muchas gracias mamá, Eva, por darme la vida, junto con papá y Dios, o junto con Dios y papá.
Has sido un faro, Eva González Corona de Ochoa (Guadalajara, 1928- ), gracias por tu amor, por tu entrega, la compra y preparación de la comida, tus cuidados, fatigas, desvelos, aseo, lavado y planchado de ropa, etcétera. Y cuando me llevabas de la mano, como a todas tus hijas e hijos… y por todo eso que no tiene precio…
Siempre al pendiente de tu esposo y de tus hijos. A todos tus hijos has cuidado y guiado.
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Dios nuestro Padre es dueño de todos y de todo. Pero a los hijos nos presta por un tiempo, un tiempo largo en este caso, unos padres, nuestros padres; si no, el mundo, es decir la humanidad, andaría ahora peor de lo que anda.
Agradezco al Señor que me haya prestado por tantos años un gran papá, el mejor, y una gran mamá, la mejor.
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Ella siempre ha buscado lo mejor para sus hijos dentro del orden divino y de la ética.
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Dios oye a mi mamá.
Un día, mi papá al conducir por la avenida 16 de Septiembre, de Guadalajara, por el rumbo de la tienda Sears, su Chevy Nova 1973, yo creo que a principios del decenio de 1980, cometió una infracción, a lo mejor exceso de velocidad, pero más bien creo que se pasó un semáforo en rojo, un “alto”. El motociclista de Tránsito (o Vialidad) le devolvió la licencia de manejar sin multarlo.
A los pocos minutos del incidente, mi mamá explicó que ella le estaba pidiendo a Dios, orando (para que no hubiera multa, se entiende). Dios la escuchó, como la ha escuchado cuando pide a Dios por su esposo, sus hijas, sus hijos, su nuera, sus yernos, sus nietos.
Hoy, el faro que ha sido mi mamá, no sabemos qué tan lejos esté de irse a iluminar otros mares, los mares de arriba. Allá arriba la recibirán muy bien.
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