sábado, 23 de abril de 2016

Compensación — Ralph Waldo Emerson


Ralph Waldo Emerson (Boston, Massachusetts, 1803 – Concord, Massachusetts, 1882) fue un escritor, filósofo y poeta estadounidense, líder del movimiento del trascendentalismo a principios del siglo XIX.

Entre sus obras se cuenta el Ensayo III. Compensación (1841), al cual antepuso un corto poema a manera de largo epígrafe*:

*La acepción 2 de la entrada "epígrafe" en el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española (RAE) dice: "Cita o sentencia que suele ponerse a la cabeza de una obra científica o literaria o de cada uno de sus capítulos o divisiones de otra clase."

Uno de los sitios web que incluye el citado Ensayo III. Compensación** de Emerson es:

http://www.emersoncentral.com/compensation.htm


**El citado ensayo contiene 7,605 palabras en el idioma inglés, sin incluir en la cuenta las palabras del poema–epígrafe.

Abajo, he copiado el poema y los dos primeros párrafos del original en inglés del ensayo arriba mencionado.

Más abajo, he colocado una traducción inglés-castellano muy libre del poema y del par de párrafos. Si usted desea leer el ensayo completo (en inglés), puede visitar el sitio web emersoncentral; simplemente, dé clic en el enlace mostrado arriba.


Compensation

The wings of Time are black and white,
Pied with morning and with night.

Mountain tall and ocean deep
Trembling balance duly keep.

In changing moon, in tidal wave,
Glows the feud of Want and Have.

Gauge of more and less through space
Electric star and pencil plays.

The lonely Earth amid the balls
That hurry through the eternal halls,
A makeweight flying to the void,
Supplemental asteroid,
Or compensatory spark,
Shoots across the neutral Dark.

Man's the elm, and Wealth the vine;
Stanch and strong the tendrils twine:
Though the frail ringlets thee deceive,
None from its stock that vine can reave.

Fear not, then, thou child infirm,
There's no god dare wrong a worm.

Laurel crowns cleave to deserts,
And power to him who power exerts;
Hast not thy share? On winged feet,
Lo! it rushes thee to meet;
And all that Nature made thy own,
Floating in air or pent in stone,
Will rive the hills and swim the sea,
And, like thy shadow, follow thee.



ESSAY III. Compensation

Ever since I was a boy, I have wished to write a discourse on Compensation: for it seemed to me when very young, that on this subject life was ahead of theology, and the people knew more than the preachers taught. The documents, too, from which the doctrine is to be drawn, charmed my fancy by their endless variety, and lay always before me, even in sleep; for they are the tools in our hands, the bread in our basket, the transactions of the street, the farm, and the dwelling-house, greetings, relations, debts and credits, the influence of character, the nature and endowment of all men. It seemed to me, also, that in it might be shown men a ray of divinity, the present action of the soul of this world, clean from all vestige of tradition, and so the heart of man might be bathed by an inundation of eternal love, conversing with that which he knows was always and always must be, because it really is now. It appeared, moreover, that if this doctrine could be stated in terms with any resemblance to those bright intuitions in which this truth is sometimes revealed to us, it would be a star in many dark hours and crooked passages in our journey that would not suffer us to lose our way.

I was lately confirmed in these desires by hearing a sermon at church. The preacher, a man esteemed for his orthodoxy, unfolded in the ordinary manner the doctrine of the Last Judgment. He assumed, that judgment is not executed in this world; that the wicked are successful; that the good are miserable; and then urged from reason and from Scripture a compensation to be made to both parties in the next life. No offence appeared to be taken by the congregation at this doctrine. As far as I could observe, when the meeting broke up, they separated without remark on the sermon.

[...]


Compensación

Las alas del Tiempo blancas y negras son,
Combinadas de mañana y noche.

Alta montaña y océano profundo
Delicado equilibrio debidamente mantenido.

En la cambiante luna, en la ola de marea,
Resplandece la contienda entre Desear y Tener.

Cálculo de más y menos a través del espacio
Astro eléctrico y trazos de lápiz.

La Tierra solitaria en medio de las esferas
Que aceleran a través de los vestíbulos eternos,
Un contrapeso que vuela hacia el vacío,
Asteroide suplementario,
O chispa compensatoria,
Dispara a través de la neutra oscuridad.

El olmo del hombre, y la riqueza de la vid;
Firmes y fuertes los zarcillos se enredan:
A través de frágiles rizos te engañan,
Ninguna de sus cepas que pueda la vid arrebatar.

No temas entonces tú, niño enfermo,
No hay dios que se atreva a dañar un gusano.

Coronas de laurel se abren paso a los desiertos,
Y poder para aquel que poder ejerce;
¿No tienes tu parte? En alados pies,
¡Ved aquí!, te apresura a cumplir;
Y todo lo que la Naturaleza hizo tuyo,
Flotando en el aire o confinado en piedra,
Los montes henderá y los mares nadará,
Y, como tu sombra, en pos de ti irá.


ENSAYO III. Compensación

Desde que era un niño, he deseado escribir un discurso sobre la Compensación; porque me parecía cuando era muy joven, que en este tema la vida iba por delante de la teología, y la gente sabía más de lo que los predicadores enseñaban. Asimismo, los documentos de los cuales la doctrina es extraída, alimentaron mi fantasía debido a su interminable variedad, y aparecen siempre ante mí, incluso en sueños; porque ellos son las herramientas en nuestras manos, el pan en nuestra cesta, las transacciones de la calle, la granja y la casa donde se reside, saludos, relaciones, deudas y créditos, la influencia del carácter, la naturaleza y la dotación de todos los hombres. Me parecía, también, que en ella podría ser mostrado a los hombres un rayo de divinidad, la acción presente del alma de este mundo, libre de todo vestigio de tradición, y así el corazón del hombre puede ser bañado por una inundación de eterno amor, conversando con aquello que él sabe que siempre fue y siempre debe ser, porque realmente lo es ahora. Más aún, parecía que si esta doctrina podría establecerse en términos con cualquier parecido hacia esas brillantes intuiciones en las cuales esta verdad a veces se nos ha revelado, sería una estrella en numerosas horas de oscuridad y pasajes torcidos en nuestro viaje, que no nos permitiría sufrir ni extraviar nuestro camino.

Recientemente he confirmado estos deseos al escuchar un sermón en la iglesia. El predicador, un hombre estimado por su ortodoxia, desarrolló en forma ordinaria la doctrina del Juicio Final. Asumió que el Juicio no se ejecuta en este mundo; que los malos tienen éxito; que los buenos son miserables, y luego instó a partir de la razón y de las Escrituras, que debe efectuarse una Compensación para una y otra partes en la vida futura. Aparentemente, la congregación no se sintió ofendida a causa de la exposición de esta doctrina. Por lo que pude observar, cuando la reunión se disolvió, se separaron sin hacer observaciones al sermón.

[...]


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